Julio Cesar Marroquín

Mi nombre es Julio Cesar Marroquín Ramos, Nací un 29 de Abril de 1989 en Sonsonate. Con mucho esfuerzo, mis padres trataron de darme lo necesario: educación, amor y cariño. Desde pequeño fui bastante apegado a mi familia, tristemente  recuerdo tener unos 5 años de edad cuando sufrí  de dos abusos sexuales y dos violaciones, a mi corta edad no entendí lo que sucedía y lo callé.

Crecimos como una familia unida, pero, desde que tengo memoria, mis padres siempre tuvieron dificultades. Mi papá tomaba y fumaba; trabajaba mucho y ganaba poco. Mi mamá deseaba una vida económicamente estable, esto causaba fuertes discusiones entre ellos. Asistíamos 2 horas de la semana a la iglesia, las horas restantes era un combate.

Estudié en un colegio privado, pero recuerdo que cuando tenía 13 años me cambiaron de colegio a una nueva institución en donde mis compañeros tenían entre 18 a 20 años de edad. Su estilo de vida era: consumo de bebidas alcohólicas, drogas, sexo, robos, pandillas y venta de drogas. Mi mundo cambio. Se escuchaba la palabra “divorcio” entre mis padres, la economía en casa estaba mal, la relación con mis padres empeoró, intenté irme de la casa, pero nunca tuve a donde ir. A mis 13 años, aquel niño cambió sus pantalones a la cintura por pantalones flojos, adopté un corte de pelo diferente, cambié mis camisas formales por flojas. Me ofrecieron alcohol, drogas y sexo.

Por fuera era un niño agresivo, pero por dentro era un niño totalmente cohibido. Me ofrecieron entrar a ese grupo delictivo, pero algo dentro de mí me dijo “no”. Cada uno de mis amigos fue muriendo: uno con 2 disparos en la cabeza, otro desapareció, un tercero murió apuñalado con picahielos, y a pocos días a mí me amenazaron. Mi temor era tan grande que le pedí a una amiga que me llevara a una iglesia y en ese lugar acepté a Dios en mi corazón. El temor me llevó a decirle a Dios que ya no aguantaba mi estilo de vida, que si Él tenía un plan de vida para mí, que me lo mostrara.

Pocos días después, me enteré que mi Padre estaba asistiendo a una reunión de la Fraternidad Internacional de Hombres de Negocios del Evangelio Completo.  Noté que mi papá estaba más interesado en nosotros, dejó de fumar y tomar, y eso me sorprendió mucho. Decidí a acompañarlo y a mis 15 años de edad conocí esta bendita organización. Un hombre me dijo que me llevara a Dios en mi corazón y que si no me funcionaba lo devolviera a la siguiente semana; acepté el reto del cual corrí a contarle a un amigo. Él se burló de mí,  pocos días después amaneció muerto, y pude darme cuenta de la oportunidad que Dios me estaba dando.

Bendigo mucho a los jóvenes FIHNEC, que con su humildad me dieron la mano y me enseñaron con mucho amor que Dios tenía un plan para mi vida. He logrado muchas cosas que aquel niño tímido y cohibido le clamó a Dios. Ahora tengo la oportunidad de llegar donde pandilleros, jóvenes necesitados de Dios, para mostrarles lo que Él ha hecho en mi vida.

Hace tres años pasé una etapa muy diferente: mi familia se desintegra, la empresa familiar se fue a la quiebra, y me vi en la necesidad de tomar la dirección de ella. Mi mamá en una horrible depresión que pudo llevarla a la muerte después de la infidelidad de mi papá. A mis 22 años tenía dos opciones: renunciar a las promesas de Dios y darme por vencido, o creer en lo sobrenatural de Dios. Decidí conocer cuál era el propósito de Dios en mi vida y a hacerle frente a la situación. Recuerdo que para ese momento me nombraron “Presidente de Capitulo”,  no tenía ingresos, mi vida era inestable, emocional y  económicamente, pero acepté.

Sin perder la fe, decidí visitar a nuevas empresas proponiendo los servicios profesionales, fue entonces que orando y trabajando Dios comenzó a bendecirnos. No soy una persona adinerada, pero me considero un joven exitoso. Amo a mis padres y aunque sé que han cometido errores, me siguen enseñando mucho cada día. Siempre recuerdo a mi grupo de amigos en el Instituto y estoy seguro de que si no hubiera sido por Dios, no estaría vivo este día. He tenido armas sobre mi cabeza por servirle a Dios, pero no me importaría perder mi vida por esta causa. Te reto a que creas en Dios y pongas todos tus sueños en manos de Él para que puedas vivir feliz.