Víctor Rodríguez

Tengo 63 años, padre de tres hijos ya profesionales, viudo; profesional y ya jubilado. Nací en un cantón jurisdicción de Ciudad Delgado y desde mis 12 años de edad me fui de mi casa a trabajar porque mis padres ya no me podían dar los estudios. Después de tres años de estar trabajando pude continuar estudiando hasta salir como Licenciado en Administración de Empresas de la Universidad de El Salvador.

Esta independencia desde mi corta edad hizo que me volviera soberbio y que todo lo que iba logrando creyera que era por mis propios esfuerzos, mi capacidad y mi inteligencia y por lo tanto no quería saber nada de Dios. Me creía un ateo con una filosofía propia, pensando que bastaba ayudar a los demás  en la medida de  mis posibilidades y evitar hacer daño al prójimo, no niego que esto me sirvió para consolidar muchas amistades, pero permanecía siempre alejado de Dios y por lo tanto bebía creyendo que lo hacía socialmente; pero que muchas veces me excedía llegando a provocar accidentes y obtener dos suspensiones de mi licencia por conducción temeraria. También era adicto a los placeres con las mujeres y esto me llevo a una vida desordenada.

En una ocasión, tuve un accidente en motocicleta. Por el exceso de velocidad, destrocé un taxi que se pasó un alto, provocando que pasara 4 días en cuidados intensivos en el hospital, expulsando sangre por los ojos, oídos y boca. Estaba con la cara destrozada porque del impacto salí volando y pasé sobre el vehículo a caer como lanza con la cara contra el pavimento y en ese tiempo el casco no lo exigían.  Pero era tanta mi soberbia y a pesar que me encontraba en cuidados intensivos,  aún estaba consciente y el segundo día llegaron al hospital unos tíos de mi esposa a querer orar por mí y en aquella situación donde todos los que me llegaban a ver no creían que viviría un  día más, con señas porque no podía ver ni hablar, hice que los sacaran de la sala de cuidados intensivos con una soberbia absoluta, sin pensar que con dificultades mi esposa había logrado el permiso para que las personas ingresaran a ese sector tan restringido y termine con 6 meses de incapacidad.  

Así era yo de soberbio en contra de Dios, creyendo que los placeres ofrecidos por el mundo  eran más agradables  que andar en las cosas espirituales. Mi desorden de vida me llevó hasta abandonar a mi esposa e hijos para acompañarme con otra mujer. Creyendo que  era un buen padre, seguía aportando todo lo material que mi esposa y mis hijos necesitaban; pero  el padre y esposo se encontraba  alejado de todos. Esto provocó un resentimiento de ellos hacia mí y mi vida alejada de mi familia no era la felicidad que yo buscaba; pero Dios ya tenía preparado cuándo debía de llegar a él y me trajo a la FRATERNIDAD INTERNACIONAL DE HOMBRES DE NEGOCIOS DEL EVANGELIO COMPLETO, este Ministerio al que un amigo me había invitado cinco años atrás y a quien supliqué que por favor no lo volviera a hacer porque yo era ateo y que no creía en Dios; pero Dios tiene el día y la hora en que sus hijos que ha escogido deben de llegar y cuando ese momento llegó, Él tocó mi corazón y empecé  a sentir la necesidad de conocer más de Dios y me encuentro de nuevo al amigo que me había invitado antes a la primera reunión de la Fraternidad y estaba realizando como pastor unas reuniones cristianas y me invitó nuevamente a sus reuniones. Fue entonces que empecé a asistir acompañado de mi compañera de vida y  en una de esas reuniones llegó un fraterno que me invita al Capítulo Metrocentro.

Comienzo a asistir y los testimonios me impactaban porque con frecuencia escuchaba que personas que antes no creían en Dios, estaban recibiendo milagros y empecé a involucrarme más en la Fraternidad, fui a la Convención Nacional el siguiente mes y allí me encuentro a un amigo de la infancia que me pregunta si ya había asistido a un SAEL y queriendo saber más de que se trataba en noviembre del 2007 fui a mi primer SAEL. Durante el evento, en el programa relacionado a la familia, a cada quien le preguntaron cómo estaba conformada su familia y yo inocentemente contesté que tenía una esposa, tres hijos y una compañera de vida, porque con esta ultima vivía desde hacía tres años, lógicamente me dijeron que eso no se permitía en la Fraternidad y debía arreglar mi situación.

Fue a partir de ese SAEL que Dios empezó a obrar: el mismo día, al regresar, se rompe la relación con mi compañera de vida en forma sorprendente y regresé a pedirle perdón a mi esposa y a cada uno de mis hijos quienes no creían de mi cambio porque sabían cómo era antes; pero desde ese instante Dios restaura de nuevo mi familia y empieza un nuevo caminar agarrado de la mano de Dios y las bendiciones empiezan a llegar. Desaparece el deseo de ingerir bebidas embriagantes, cambia mi vocabulario a ya no decir palabras ofensivas, desaparece mi carácter violento  e inicia la armonía nuevamente  en mi hogar, al año de estar en Fraternidad obtuve mi membrecía vitalicia y seis meses después de haber llegado a mi Capítulo, me hacen Tesorero, cargo en que por unanimidad, me han elegido cada año hasta la fecha. 

También me integré al Comité de Convenciones, sirvo en otro Ministerio similar que son los Gedeones Internacionales y soy el Presidente de mi campamento; a los tres años de estar en Fraternidad, Dios me da un viaje a Canadá junto con mi esposa por más de un mes con todos los gastos pagados y a pesar de estar jubilado, Dios me ha puesto al frente de una importante gremial del país y soy directivo de dos gremiales empresariales más, estoy como miembro de un cuerpo colegiado de Dirección de una Autónoma donde labore anteriormente, no carezco de limitaciones de ningún tipo, gozo de buena salud; Dios me ha puesto en lugares de mucha importancia que yo ni le he pedido pero Él me los ha dado, en lo material me provee más de lo que necesito y aquella felicidad que buscaba en el mundo, en viajes, lujuria y placeres, la vine a encontrar en los caminos de Dios y pare Él sea toda la Honra y la Gloria, porque me permite ser parte de la gente más feliz de la tierra.